Si hay algo que la mayoría de los habitantes de Alabama entienden es el valor de una comida casera. Ya sean las galletas de tu abuela o una barbacoa ahumada a fuego lento, sabemos que las mejores cosas de la vida no llegan con prisa. Pero en lo que respecta a nuestra política, Alabama –como gran parte del país– ha caído en la trampa de la comida rápida: lemas baratos, promesas superficiales y poca nutrición para el futuro.
El panorama político actual se parece más a un autoservicio que a un ayuntamiento. Los políticos pronuncian breves fragmentos de discursos emotivos para galvanizar a los votantes, pero rara vez abordan las complejas cuestiones que afectan la vida cotidiana. La temporada de campaña ha llegado y los republicanos de Alabama han sacado a relucir el predecible menú de temas de conversación basados en el miedo: preocupaciones sobre el socialismo, la extralimitación del gobierno y los ataques a la Segunda Enmienda. Mientras tanto, los demócratas, que alguna vez prometieron desafiar el status quo, han abandonado en gran medida las cuestiones fundamentales y ni siquiera han logrado presentar candidatos en muchas contiendas. En muchas partes de Alabama, las elecciones terminaron incluso antes de comenzar.
No es ningún secreto que Alabama enfrenta serios desafíos. El acceso a la atención sanitaria es inadecuado. Nuestra negativa a ampliar Medicaid ha dejado a más de 200.000 habitantes de Alabama sin cobertura, a pesar de la abrumadora evidencia de que salvará vidas e impulsará nuestra economía. Los resultados de la educación pública van a la zaga de gran parte del país, sin embargo, en lugar de fortalecer las escuelas públicas, la Legislatura dio prioridad a la llamada Ley CHOICE: un regalo de cien millones de dólares para unos pocos a expensas de la mayoría. Beneficia a la gente. Mientras tanto, comunidades enteras se están quedando atrás por el shock económico del estado mientras persisten profundas desigualdades.
Los líderes políticos de Alabama prefieren el enfoque de la comida rápida a resolver estos problemas con soluciones bien pensadas. Como observó una vez el presidente John F. Kennedy: “El gran enemigo de la verdad a menudo no son las mentiras (deliberadas, artificiales y deshonestas), sino los mitos, persistentes, persuasivos y poco realistas”.
La cultura política de Alabama está impregnada de mitología. El mito de que los recortes de impuestos para unos pocos crearán prosperidad para todos. Es un mito que prohibir libros en las bibliotecas mejorará la educación. El mito de que las guerras culturales interminables mejorarán de alguna manera la calidad de vida. Estos mitos son fáciles de vender en anuncios de 30 segundos y tweets virales, pero no proporcionan ningún alimento real al pueblo de Alabama.
No busque más allá de la Comisión de Cannabis Medicinal de Alabama para ver los peligros del régimen de comida rápida. Después de años de debate y promesas, la implementación de la comisión ha sido nada menos que un desastre: un caos caótico de litigios, corrupción y confusión. Lo que se suponía que sería un programa cuidadosamente regulado para ayudar a los pacientes necesitados se ha convertido en una farsa política, con poca rendición de cuentas y aún menos transparencia.
El mismo enfoque de la comida rápida se está aplicando en las luchas locales por las bibliotecas públicas. Grupos como Clean Up Alabama han hecho de las bibliotecas el último campo de batalla en las guerras culturales. En lugar de centrarse en mejorar la alfabetización y los resultados educativos en estados donde ambos son necesarios, optaron por avivar el miedo e impulsar el teatro político. Es barato, fácil y garantiza la aparición de titulares, pero no nutre la mente ni construye un futuro mejor.
Esta democracia de acceso directo, donde se priorizan los eslóganes sobre la sustancia, está muy lejos del trabajo lento y deliberado que produjo los mayores logros de Alabama. El movimiento por los derechos civiles no fue una revolución de autoservicio. Se necesitaron años de coraje, resiliencia y organización para lograr avances. La creación del Centro Marshall para Vuelos Espaciales no se logró de la noche a la mañana; Se necesitó visión, inversión y paciencia para fomentar uno de los logros científicos más importantes de la historia de la humanidad.
El verdadero liderazgo no se trata del próximo anuncio de campaña. Se trata de prepararse para la próxima generación. Abraham Lincoln nos recordó que “las doctrinas de un pasado tranquilo son inadecuadas para un presente tormentoso”. Sin embargo, en el clima político actual, los líderes parecen más interesados en alimentar la ira que en prepararse para la tormenta que se avecina.
También debemos rechazar el mito de que el progreso en Alabama es imposible. El cambio es lento, sí, pero la historia nos muestra que ocurre cuando la gente se une y lo exige. Desde la Ley de Derecho al Voto hasta los esfuerzos para eliminar la segregación en las escuelas públicas, la historia de Alabama demuestra que el progreso real requiere tiempo y trabajo duro. Esto es lo que sucede cuando los ciudadanos se niegan a conformarse con el equivalente político de la comida rápida.
Alabama no se construyó sobre la base de charlas baratas. Se construyó a base de trabajo duro, conversaciones difíciles y un compromiso compartido con algo más grande que nosotros mismos. La pregunta ahora es si dejaremos a la próxima generación un Estado nutrido de progreso real o privado de resultados significativos.
No podemos construir un futuro mejor con un impulso político. El cambio real no viene en un eslogan claro y preenvasado. Se necesita tiempo, esfuerzo y coraje para exigir más, no sólo a nuestros líderes, sino a nosotros mismos.
Es hora de dejar de lado las charlas baratas y tomar asiento en la mesa.